Un refrán muy famoso reza de la siguiente manera: “Aunque la mona se vista de seda, mona se queda”, esto es totalmente cierto cuando hablamos de los cambios personales. Es muy triste que muchas personas a lo largo del mundo intenten engañar a la persona menos indicada: a ellas mismas, ¿quién mejor que nosotros para saber que no estamos cambiando?
El cambio verdadero
La razón del cambio superficial, es que un cambio verdadero requiere en verdad de una fuerza de voluntad increíble, que no todas las personas poseen, o bien que no quieren utilizar, para cambiar nuestras formas de pensar es fundamental hacer un ejercicio interno y lo más importante de todo: Estar planamente convencidos de que el cambio en nuestra forma de vida será para bien.
Si alguien más nos pide cambiar, la realidad es que difícilmente lo realizaremos de corazón, aparentaremos, mientras todo en nuestro interior sigue de la misma manera, sin modificarse siquiera.
La convicción es muy fuerte, si reconocemos que tenemos alguna falla en nuestro modo de vida y reconocemos que el cambio será favorable, entonces tendremos no solamente una intención sino un objetivo claro: Mejorar nuestra calidad de vida.
Muchas veces parece que todo a nuestro alrededor se está derrumbando, pero la única realidad es que somos nosotros, por dentro los que estamos comenzando a tener problemas diversos que nos llevan a ver una realidad alterada que nos rodea.
Además los cambios superficiales implican un esfuerzo que a la larga es mucho mayor, ¿Imagina mentir a todo el mundo todos los días durante el resto de tu vida?, si bien una mentira repetida mil veces puede convertirse en verdad, lo cierto es que no podemos engañar a nuestra mente tan fácilmente. Esta fachada solamente creerá desgaste mental y físico que nos llevará a querer abandonar todas las ideas de cambio positivo en nuestras vidas.
