Esta frase popular indica que la ayuda o la autoayuda tiene un principal protagonista que somos nosotros mismos. Hay oportunidades que la ayuda externa de nada sirve para una persona que no quiere ser ayudada y prefiere vivir en la angustia y la desesperanza. Los casos de las personas que sufren la vida en vez de disfrutarla merecen tratamiento y ayuda profesional para salir del sopor de vivir en la zona oscura de la vida.
El reconocer que tenemos un problema es el paso inicial para la recuperación sabiendo que de nosotros depende la solución de nuestro problema. Hay oportunidades que los grupos de apoyo de personas que padecen el mismo -o similar- problema suele ser de vital importancia para poder iniciar el camino de la recuperación. El intercambio de experiencia y el conocer el problema de los demás suele ser un elemento de importancia para darle a nuestro padecer la exacta dimensión.
Una vez que comenzamos a ayudarnos podemos ser receptivamente positivos para recibir la ayuda externa que puede provenir de quienes nos rodean y nos quieren ver vivir en felicidad. Lo peor que podemos hacer cuando tenemos un problema es aislarnos y no permitir que nos ayuden y padecer días, meses o años antes de darnos cuenta que vivir de esa forma no es vivir en plenitud y que nuestro padecer puede contaminar y afectar a quienes nos rodean y nos brindan sus afectos.
Dios nos ayuda si nos ayudamos y de nosotros depende iniciar el camino de la recuperación o de la solución de los problemas que nos agobian.