Cuando nos encontramos con alguna dificultad solemos pedir opiniones, hacer comentarios sobre nuestro padecimiento, comparamos nuestro padecer con él otros en la búsqueda de la solución a nuestro problema. Muchas veces ante un padecimiento solemos culpar a otros, a la mala suerte o al destino -que creemos se está ensañando con nosotros-. Cuanto más demoremos en enfrentar el problema más dificultoso será la solución. No debemos dilatar la toma de decisiones creyendo que mágicamente la dificultad desaparecerá sin que nosotros intervengamos.
Lo primero que debemos saber que cuando un problema se presenta en nuestra vida nosotros tenemos parte de la culpa y en algunas oportunidades somos plena y totalmente responsables. Si en la evaluación del conflicto consideramos que el problema no nos pertenece no debemos hacernos cargo, si en cambio somos responsables debemos hacernos cargos sin pasarle el problema a otros.
Si esperamos que los demás resuelvan nuestros problemas vamos en camino de convertirnos en seres completamente dependiente de los demás y nunca vamos a tener una vida propia plena.
A los problemas los debemos enfrentar como a lo escarpado de una montaña apoyando bien nuestros pies y aferrándonos con ambas manos para escalar poco a poco en el problema para lograr solucionarlo como quien quiere llega a la cúspide de una montaña.
La solución está en nosotros mismos, debemos ser protagonistas de nuestro propio destino sin esperar que los demás hagan lo que nosotros debemos hacer. Esa es la forma de ser libres y plenos, la montaña es nuestra y nosotros llegaremos a la cumbre con nuestro propio esfuerzo.