Un viejo dicho que pretende ser graciosos sostiene que “Es mejor rico y sano que pobre y enfermo”. Las personas felices tienen la particularidad de enfrentar los problemas con la sabiduría de un monje tibetano y encuentran la solución a las dificultades mucho más rápido que las personas tristes y depresivas que parecen disfrutar con sus desgracias.
Ser feliz tiene que ser la constante de nuestra vida y saber darle la importancia que se merece cada acontecimiento hace que la vida sea más fácil, sencilla y feliz. La tranquilidad de espíritu muchas veces genera anticuerpos que rechazan las agresiones que pueden afectar a nuestro organismo.
El estado de alegría y felicidad generan sensaciones positivas y son como adrenalina que corre por nuestras venas poniendo a nuestra mente y cuerpo en estado placentero. Un estudio realizado en la Academia de Salud de la Universidad de Illinois de la región medio oeste de los Estados Unidos comprobó que ante una misma dolencia la recuperación de los afectados que tenían estado placentero y de felicidad era un 50% más rápida que los depresivos y tristes.
Los cursos de autoayuda tienen en cuenta estos detalles y apuntan directamente a combatir los estados depresivos y de angustia de los participantes que la padecen para que sea más rápida y eficaz cualquier solución. Ser feliz y saludable parece ser una simbiosis que se alimenta una de la otra y el estado ideal que se puede parafrasear diciendo que; “Es mejor ser feliz y saludable que triste y enfermo”·
