Las personas que habitualmente estallan en cólera, no ejercitan la paciencia para comunicar lo que les molesta a los demás. Ellos toman el camino más fácil, que es esencialmente tener un temperamento fuerte, asustan a todo el mundo, y parecen como locos saltando de un lugar para otro y todo por su enojo.
Tales personas no negocian para resolver sus desacuerdos. Ellos nos hacen pensar mucho acerca de la solución de un problema. Lanzando graves ataques a la otra persona. Los mensajes que generan son: «deja de hacer eso que me irrita, no me importa lo que está sucediendo y por qué lo estás haciendo».
La investigación sobre los hombres agresivos indica que son malos oyentes. Una persona que no escucha no podrá aprender mucho acerca de las otras personas y desarrolla una capacidad limitada para empatizar con ellos. La tendencia a sentirse en cólera detiene a esta a aprender las habilidades necesarias para la resolución de conflictos. Por lo tanto, una persona puede haber aprendido a recurrir a ataques de ira, porque él o ella carecen de las habilidades de resolución de conflictos.
Estas personas tienen nulas habilidades expresivas. Ellos no saben cómo expresar sentimientos dolorosos como los de la ira, traición, o la tristeza. Por lo tanto, su forma de ser es agresiva física y verbalmente dando como resultado una persona abusiva. Muchas personas han dejado de sentir toda la gama de sentimientos, la gente suele experimentar pero el único sentimiento que expresan es el de la rabia.
Las personas que habitualmente están en cólera también padecen una percepción distorsionada. Ellos ven las amenazas e insultos, incluso en comentarios inocentes de declaraciones ajenas a él. Esto hace que los demás los perciban como gentes hostiles y rechazadas, estas personas suelen perder los estribos con quien entran en contacto. Luego de un tiempo minimizan su comportamiento agresivo. Su vida agresiva es tal, que cuando dan un puñetazo, simplemente lo perciben como si sólo empujarán a la gente, mientras que las palabras de enojo se sienten poco menos que una puñalada. Cuando la evidencia de su agresión es innegable, utilizan la excusa del alcohol o de las drogas y su frase favorita es, «no puedo evitarlo».
El hecho es que la agresión es sólo una de muchas respuestas a la frustración. Una persona frustrada no tiene que ser violenta. Una persona que ve la agresión como un comportamiento aceptable, no es una persona que trata de controlar su ira. El que crea que un hombre siempre debe ser fuerte, superior y dominante, tiene dificultades para admitir la culpa. El piensa que todo lo que hace está bien, y no tiene algún sentimiento de culpa.
La forma de ayudar a estas personasllevándolas a clínicas especializadas, o a centros de autoayuda. Yo tengo la suerte de haber trabajado con personas que han puesto su ira bajo control. Después de haber tomado un tratamiento ellos mencionan que han encontrado la felicidad que nunca habían conocido antes. Pueden expresar mejor sus sentimientos a los demás. Esto lo logran al relajarse y bajando la guardia, se sienten seguros de sí mismos y llegan a tener el control de sí mismos. Hay un mundo de recompensas para aquellos que deciden dejar su ira de lado.